Él se sentía muy solitario, sin razón alguna para vivir, la
depresión lo consumía lentamente. Su familia se preocupaba mucho por él, le
sugería que saliera más, que conociera gente nueva, que aprovechara su juventud
y saliera por una cita, pero todo esto era en vano, la autoestima del pobre
chico era bajísima, se sentía feo y aburrido, nada lo animaba.
Un día caminando por el centro comercial el muchacho tiene un
descubrimiento que le cambiará la vida por siempre, ¡conoce a una linda chica!
No solo es linda sino que no huye despavorida al verlo, al contrario, ¡le
agrada! Esta debe ser una señal, murmuró el joven, ella debe ser la indicada
para mí. Sin titubear él la invita para
una cita en la plaza, y para su sorpresa, dice que sí, escribiéndole su número
de teléfono para que la llame.
El joven llega a su casa saltando de alegría, sus padres
parecen estar tanto felices como extrañados de este nuevo comportamiento de su
hijo. ¡Tengo una cita! Gritó el muchacho, sus padres no lo podrían creer, pero
no podrían estar más aliviados.
El día de la cita había llegado, los jóvenes se encuentran en
la plaza y el hombre se sorprende como ella le hace caso a todo lo que diga,
aunque notó que si le dice muchas cosas a la vez ella se quedaba paralizada y
no decía nada.
Completamente ofendido, el joven decidió llevarla al hospital por su propia cuenta, al llegar ahí obtuvo una similar reacción, los trabajadores del hospital le dijeron que su novia debe ir a un hospital mucho más especifico, extrañado pero tan desesperado para molestarse, el joven decidió hacerles caso y llevar a la chica al supuesto especialista, al llegar ahí, el doctor le dice que no es tan grave, siendo un simple virus de computador, el joven le susurra al monitor de la chica diciéndole que todo va a estar bien y de que como extraña que ella le diga que la base de datos de virus ha sido actualizada.